Imagínate este escenario:
Llevas meses o incluso años queriendo alcanzar un objetivo profesional (aunque también podría ser personal, claro).
¿Qué objetivo?
Quizás sea emprender tu negocio, empezar a ofrecer un servicio diferente, cambiar de nicho, ser capaz de realizar cierta acción… estás harto de no saber ponerte en tu rol de lider y te gustaría mejorar eso.
Pero aquí estás, en el mismo lugar de siempre. Te levantas cada mañana con la sensación de que no estás avanzando, y al final, te das cuenta de que, por A o por B, has estado postergando ese objetivo.
El malestar silencioso, lo llamo yo.
¿Te sientes identificado cierto?
A muchos nos sucede que, pese a tener las ganas y la intención, no sabemos exactamente qué es lo que nos está frenando. Y peor aún, cuando intentamos avanzar, parece que nos encontramos con barreras que ni siquiera sabíamos que estaban ahí.
Obviamente, si te ocurre esto lo ideal es que trabajes en tu mentalidad: atajar el problema de raíz siempre será muchísimo más efectivo.
Sin embargo, también es cierto que existen ciertas microacciones que, si las aplicas, pueden marcar una diferencia real y hacerte dejar de dar tumbos.
Pero antes de darte esas microacciones…
Primera pregunta importante: ¿tienes clara tu dirección?
Antes de avanzar hacia cualquier objetivo, lo primero que tienes que hacer es detenerte.
¿Sabes exactamente cuál es tu objetivo? No me refiero a una vaga idea, como «quiero ser más feliz» o «me gustaría mejorar mi situación financiera». Tienes que ser preciso.
Si tu objetivo es ambiguo, tu dirección será aún más incierta.
Piensa en un navegante que se lanza al mar sin una carta de navegación. Seguro que tarde o temprano se perderá, ¿no? Lo mismo pasa contigo cuando no defines claramente a dónde quieres llegar. Entonces, el primer paso es: define tu objetivo con absoluta claridad.
¿Qué es lo que realmente quieres lograr?
Sin embargo, si ya tienes un objetivo claro y, pese a ello, parece que nunca logras alcanzarlo. Es momento de considerar estos 4 aspectos, o como los llamo yo: microacciones.
Acciones sencillas para alcanzar tus objetivos de manera más efectiva y realista
Y sí, digo efectiva y realista porque estas acciones son para realmente atajar de base el problema o dificultad y ayudarte a crecer.
Vamos a ello.
1. Comprensión: entender qué te impide seguir el rumbo y alcanzar tus objetivos
Si conoces tu objetivo y aún y así no hay forma de ponerte a ello, el primer paso es entender qué te está impidiendo avanzar.
Y aquí es donde la cosa se pone interesante, porque las barreras casi nunca son externas. La mayoría de veces son internas, como por ejemplo: el miedo.
Pregúntate:
¿Cuánto miedo tengo de seguir este camino y lograr lo que deseo?
Sí, el miedo siempre está presente. Tal vez tengas:
- miedo de fallar,
- miedo de lo que otros puedan pensar,
- o incluso de tener miedo al éxito y de no saber manejarlo.
Y aquí te pido algo importante: sé sincero contigo mismo. A veces la primera reacción puede ser ‘¡no! yo no tengo miedo’, pero si te paras a reflexionar un momento podrás atisvar probablemente ese miedo o la emoción que hay de fondo.
Al empezar a ponerle nombre a lo que te ocurre, es decir, darte cuenta de esos miedos, empiezas a ‘desactivarlos’.
Un ejemplo de ello es mi clienta María.
Ella quería iniciar su propio negocio, pero siempre encontraba razones aparentemente lógicas para no hacerlo. Al trabajarlo en sesión, se dio cuenta de que tenía miedo al qué dirán y ¡al éxito! Ese miedo la había paralizado durante años. Pero una vez lo identificamos, pudimos empezar a trabajar en él.
Como siempre digo, la mentalidad juega un papel crucial en los objetivos, así que ponle muchísima atención y pide ayuda si la necesitas.
Y bueno, dicho esto… No quiero pasar al siguiente punto sin antes mencionar esto:
Además del miedo, pregúntate: ¿qué más me está impidiendo realizar mis objetivos? ¿Es la falta de tiempo, de recursos o de apoyo?
Identificar estos obstáculos es crucial, porque solo así podrás diseñar una estrategia efectiva para superarlos.
Ahora sí, vamos a por el segundo punto.
2. Aquello que no se ve, se olvida: ten siempre presente tu objetivo
Otro error muy común que nos impide alcanzar nuestras metas es que, aunque tengamos claro nuestro objetivo, lo olvidamos fácilmente.
No es que dejes de desearlo, simplemente no lo mantienes presente en tu día a día.
¿Te suena familiar? Es ese proyecto personal que dices que empezarás “la semana que viene” pero luego pasa un mes, y otro mes, y nada ha cambiado.
Para evitar esto, tu objetivo tiene que estar siempre presente. No vale con recordarlo de vez en cuando, cuando surge el tema o cuando alguien te lo menciona.
Tu objetivo debe estar frente a ti, todo el tiempo, como una estrella polar que te guía en todo momento.
¿Cómo puedes hacer esto?
Existen diversas maneras, desde escribir tu objetivo en una nota que pongas en tu escritorio, hasta establecer recordatorios diarios en tu teléfono.
Lo importante aquí es que el objetivo esté siempre en tu mente y, mejor aún, a la vista. De esta manera, tu cerebro estará enfocado y serás más consciente de tus decisiones y acciones diarias que te acercan (o alejan) de ese objetivo.
3. Planificación diaria para alcanzar tus objetivos: ¿qué haré hoy?
Todos hemos tenido esos días en los que terminamos con la sensación de que no hemos hecho nada, aunque hayamos estado ocupados. La causa suele ser la falta de claridad.
Saber qué tienes que hacer cada día es fundamental para avanzar hacia tu meta.
Al levantarte, deberías tener claro qué pasos vas a dar ese día que te acerquen a tu objetivo. Si no tienes un plan diario, te dispersarás fácilmente entre tareas que no son prioritarias o que no te aportan nada.
Un buen ejercicio es planificar tu día la noche anterior, así, cuando te despiertes, ya sabes cuál es tu primer paso y evitarás:
- la famosa «parálisis por análisis», esa sensación abrumadora de no saber por dónde empezar.
- la dispersión o el multitasking, que te mantiene haciendo cosas pero, ninguna que te acerque realmente a donde quieres llegar.
Eso sí, si tu objetivo es escribir un libro, no basta con pensar «hoy escribiré un poco». Debes ser más específico: «hoy escribiré dos páginas sobre el capítulo tres», “hoy revisaré las 10 páginas que escribí ayer”.
Esta claridad evita la procrastinación y la desmotivación, y también regula la autoexigencia.
4. Si quieres lograr tus objetivos, ten flexibilidad y autocompasión
IM-PRE-VIS-TOS
Aunque no nos gusten… ¡Los imprevistos son parte de la vida!
A veces, aunque tengas el mejor plan del mundo, simplemente no podrás cumplirlo. Tal vez surja una emergencia, o tal vez tengas un mal día.
Si te saltas un día o no logras hacer todo lo que te habías propuesto, no te castigues. En lugar de tirar la toalla, permítete ser flexible y ajusta tu plan.
Imagina que tu semana perfecta de trabajo está organizada, pero el martes te enfermas. En lugar de frustrarte y renunciar al resto de la semana, ajusta tu planificación. Tal vez puedas redistribuir las tareas o, simplemente, darte un respiro para recuperarte.
Ser rígido con tu planificación puede ser contraproducente para tu salud mental, emocional y física.
Además, la autocompasión también es clave aquí. Todos somos humanos y cometeremos errores en el camino. No seas tan duro contigo mismo.
Esto no significa que debas ser indulgente y abandonar tus metas, sino que aprendas a ser amable contigo cuando las cosas no salen como esperabas. La autocompasión te ayudará a mantener la motivación a largo plazo.
Me atrevo a decir que este apartado es, en general, el que más reto supone. Y el que más trabajo con mis clientes en sesiones de coaching.
Pero se puede lograr encontrar un equilibrio y dejar de sacar el látigo cada dos por tres 😉
En definitiva…
Alcanzar o no tu meta depende, en mayor parte, de ti y de tu habilidad para lograrlo
Y es que no se trata de esperar a que llegue el momento perfecto o de hacer grandes movimientos de un día para otro (este es otro melón que en otra ocasión tocaré). Es cuestión de aplicar estas cuatro microacciones de forma constante:
- Definir tu dirección y entender qué te impide alcanzarla,
- mantener tu objetivo siempre presente (y a la vista),
- tener claro qué acciones realizar cada día,
- y no olvidarse de ser flexible y compasivo contigo mismo.
Sin embargo, nadie dijo que esto fuera sencillo.
Del dicho al hecho hay un trecho, dicen.
Recuerda, cada pequeño paso cuenta. Y sobre todo lo que más cuenta es que des el paso que des sea un paso dado ConSentido.
Siempre con cariño,
Marta Q.