Creo que si decidiera hacer un top 5 de los bloqueos que he tenido a lo largo de mi vida el que estaría en la cima sería este:
El deseo de hacerlo bien.
Y ¿sabes?
Mientras tecleo estas palabras, lo que me está viniendo a la mente es que ‘no suena tan mal’, no parece un bloqueo. ¿Verdad que no? ¿Quién no desea hacer las cosas bien?
Pero no, no vamos a dejarnos engañar.
A veces, los bloqueos vienen en formas, colores, sonidos o palabras, revestidas con las mejores intenciones del mundo.
Y permíteme que nombre un dicho muy popular que dice: ‘Las mejores intenciones las carga el diablo’.
Llevamos con nosotros una arma bien cargada de municiones, ‘muy bonita la arma’ pero como no sepas cómo cogerla y cómo manipularla, terminará en desgracia.
Así que justo de esto es de lo que me gustaría hablarte hoy:
- De cómo una buena intención puede venir disfrazada de algo que al final termina siendo un bloqueo.
- Las fases que yo he detectado y que hay que profundizar para poder ver, entender y traspasar ese bloqueo.
¡Vamos a ello!
La doble cara de querer hacer bien las cosas
Como te iba diciendo, el deseo de hacerlo bien es justamente eso: una arma bien bonita, pero bien cargada.
O lo que es lo mismo: una moneda de doble cara.
La cara A que es la ilusión, las ganas, incluso la motivación.
Y la cara B:
- Exigencia y perfeccionismo: porque tiene que estar bien (y ese bien es un nivel extremadamente elevado, un nivel difícil -por no decir imposible- de alcanzar).
- Juicio interno: aparece la versión más dura e intransigente de ti, el juez que llevas dentro. ¡Y no me digas que contigo no es el más duro! (a no ser que hayas hecho un trabajo con él y hayas llegado a un acuerdo mútuo)
- Parálisis: suma la exigencia y el perfeccionismo con el juez y ya tenemos el cóctel perfecto para detenerte y no hacer nada. Sí, sientes esa parálisis porque por más que te exiges e intentas hacerlo bien, aparece ese juez y te tira por la borda cualquier avance que hayas podido hacer.
En mi experiencia te diré que durante años viví pensando que ‘quererlo hacer bien’ era algo bueno. Y sí, ya te he dicho que ese puede ser un buen propósito u objetivo pero…
Yo lo llevé por la cara B.
La exigencia del ‘querer hacerlo bien’
AÑOS.
Sí sí, estuve años exigiéndome.
Y no fui capaz de darme cuenta de que esa exigencia me consumía (hasta que lo descubrí, claro).
Fue agotador ir en busca de la perfección porque NUNCA era perfecto, siempre tenía que ser mejor, ir más allá (y más y más y más).
Por lo que el perfeccionismo y la exigencia, llevado a un extremo fue nocivo para mí; de hecho, está demostrado de que es nocivo para la mentalidad y la vida de un individuo.
Y no solo eso.
Algo que veo en mis sesiones es que muchas veces queremos que esté todo perfecto de buenas a primeras, no importa si es una habilidad nueva que estamos adquiriendo o algo que estamos haciendo por primera vez; TIENE QUE SER PERFECTO.
¡Menudo estrés al que nos sometemos!
Pongámonos en una tesitura 100% realista:
¿Se puede pretender ser o hacer algo perfecto cuando es tu primera vez?
Oye, todos podemos pretender y desear todo lo que queramos (aquí estoy yo confirmándose que sí lo pretendí durante muuuucho tiempo), el problema está en que eso no es realista.
Puede que haya una persona de cada 100% que le salga algo innato y sin haberlo hecho nunca antes, siempre habrá personas de estas en algún que otro ámbito, pero… cuando nosotros no somos esa persona ¿qué ocurre?
Que… ¡nos frustramos!
Y hay que empezar a ver y reconocer que para saber hacer algo es necesario empezar desde abajo, como cuando empezamos a andar siendo bebés.
Primero lo intentas y ni siquiera consigues nada, ni levantarte, poco a poco lo vas consiguiendo pero te caes, hasta que un día ¡anadas! Aunque eso no te quita que un día te tropieces y te caigas de la forma más tonta posible.
¿Verdad que visto así tiene sentido?
Pues eso mismo, hay que aplicarlo en nuestro día a día.
El juicio interno: uno de nuestros grandes saboteadores
¿Qué ocurre en ti (o en una persona con altas dosis de autoexigencia) cuando decimos que tienes que aprender día a día y que no lo harás bien a la primera?
Pues que, por muy racional y lógica que sea la idea, en un momento u otro aparece el juez.
Y es que claro, cuando he dicho que hay que aplicarlo en nuestro día a día, el juez inmediatamente interrumpe para decir que ‘está muy bien eso como teoría pero tú tienes que saber hacerlo ya!!!!’
El juez no deja de ser una voz interna liderada por aquellas creencias, miedos, inseguridades que tenemos.
Sí, sí, eres tú intentando ‘salvarte’ de algo que te ocurrió en un pasado.
- ¿Se rieron de ti?
- ¿Interpretaste que debías hacerlo bien para que te quisieran?
- ¿Te sentiste menos?
Entonces…
Nuestro diálogo interno (o este juez que aparece siempre de manera oportuna) es una dinámica que tienes integrada que intenta salvarte de sufrir, pero paradójicamente, lo que intenta evitar es exactamente lo que consigue atraer. Al final el sufrimiento viene y lo padeces.
Y es que por un lado intenta evitar que te sientas menos, que creas que no eres suficiente, exigiéndose más y más, pero esa exigencia también te lleva a desvalorizar porque no llegas a ese punto de perfeccionismo, porque te confirma de algún modo que no eres suficiente, que todavía te falta mucho.
¿Qué hacemos con el juez entonces?
Si yo estuviera escuchando por primera vez sobre este tema respondería que tenemos que callarlo y no escucharlo, pero ¡no! Ese juez forma parte de ti, de nosostros, y es importante darle cabida desde una posición más amable y sobre todo menos crédula.
No hay que creerlo pero sí hay que entenderlo.
- ¿De qué intenta prevenirme?
- ¿Eso es real?
- Hoy soy adult@ ¿puedo hacerme cargo de los resultados de lanzar a la luz lo que estoy haciendo y que no salga bien o reciba críticas?
Estas son solo algunas de las preguntas que puedes hacerte para entender de dónde viene el juez.
Escucharlo es importante para poder autoconcepto y entender por qué, durante todos estos años, has estado actuando de esta forma (siguiendo al juez).
La verdad es que entenderlo desde un punto neutro, sin juicios ni condicionamientos, te da una paz muy grande y te lleva a la aceptación total y absoluta de que lo que hiciste o no hiciste tenía sentido para ti (aunque no lo vieras).
Ahora bien, una vez entendido el juez, ¿qué hacemos? Porque recuerda que sigue apareciendo.
Pues a medida que vayas trabajando con el juez, que vayas entendiéndo para qué aparece, irás detectándolo con más premura.
¿A qué me refiero con esto?
Fácil.
Puede que ahora simplemente ni te des cuenta de que está el juez ahí, no eres capaz de discernir quién eres tú de quién es él, te ves como un conjunto.
A medida que lo vayas trabajando empezarás a darte cuenta cuándo aparece él. Y será en ese momento cuando podrás decirte (y decirle) ¡Vaya! Mira quién está aquí. Vaaaale, te veo y veo que estás intentando salvarme, pero así no nos funciona, así que yo tomo las riendas de este asunto y nos lanzamos ¿vale?
Y sí, sé que quizá pueda sonar una locura pero funciona. Funciona porque le hablas y le das un espacio que sí tiene, funciona porque ese discurso no es castrante ni ridiculizante sino que le das, otra vez, un espacio un lugar.
Pruébalo y me dices qué tal te va.
Y ahora…
Después de la fase de exigencia y de juicio inconsciente viene el momento: ‘mejor no hago nada y así sufro menos’
Cuando no somos capaces de ver esa exigencia sin ese juicio, la reacción que tenemos es de parálisis.
En plan: ‘mejor no hago nada y así evito el sufrimiento’.
Pero…
Si hemos trabajado ya en la exigencia y perfeccionismo y también en el juez… ¿la parálisis ya no aparece, no?, te puedes preguntar.
Y bueno, no me estás viendo pero estoy sonriendo.
(léase, esa sonrisa de ‘aquí hay gato encerrado y todavía no lo has visto’)
La parálisis aparece, claro que aparece. Y muchas veces aparece porque sin darte cuenta apareció el juez y tú ni lo viste.
Incluso puede que estés trabajando con el juez y sigas en parálisis o quizá media parálisis.
Entonces… ¿cómo avanzamos?
Otra vez la respuesta es poniéndole consciencia.
Aquí es cuando te tienes que decir:
Vale, estoy paralizado, ¿qué acción por mínima que sea puedo hacer hoy para avanzar aunque sea un milímetro?
Ay amigo, lo de avanzar aunque sea un milímetro tómatelo muy en serio. Muy muy en serio.
Porque aquí aparecerá el juez y te dirá, ¡eso es absurdo! ¿Vas a hacer esto tan pequeño? ¡No tiene sentido! ¡Haz algo grande, algo importante!
Y sí, ahí vuelve a la carga para detenerte.
Es importante que no desmerezcas cualquier acción por pequeña que sea.
Ahora mismo recuerdo a una de mis clientas en sesión de coaching. Ella quería iniciar un negocio, estaba muy asustada, sobre todo porque estaba apunto de separarse de su marido y bueno… ella había sido ama de casa toda su vida por lo que se decía que no sabía de negocios y lo que tenía que hacer debía hacerlo muy bien.
Así que su primer paso fue comunicar a su hija que quería empezar el negocio a ver si ella podía contactar una amiga suya para poder conocer los primeros pasos.
Mi clienta desmerecía ese primer paso. Ella quería haber contactado con la amiga de su hija. Ella quería haber dado ese otro paso. Pero no lo hizo. Sin embargo, ¿qué pasa con el que sí dio?
Si no hubiera hablado con su hija para iniciar el proceso ¡no habría empezado nada!
- Tomó la decisión.
- Se armó de valor.
- Habló con su hija.
Y justo esos tres pasos fueron clave para que hoy esté trabajando viento en popa en su proyecto.
Nunca jamás desmerezcas una simple toma de decisión.
Tomar una decisión y comunicarla, ya es un paso. Luego vendrá otro y otro, y quizá hubieras esperado hacer más pero lo que has hecho ya te va acercando. ¡Está bien!
Al final, las ganas de hacerlo bien te puede llevar a un camino de autoconocimiento maravilloso
En fin, que todo hemos pasado o pasamos en algún momento por aquí. Por las ganas de querer hacerlo bien.
Y si esas ganas de querer hacerlo bien, vienen envenenadas como la manzana de Blancanieves, tocará ponerle consciencia y trabajar en nosotros mismos.
En lo que pensamos y nos decimos, en nuestros miedos, en nuestro pasado…
Y ¿sabes?
Aunque parezca abrumador, al final es un camino precioso donde conocernos y descubrirnos.
Y sí, que sea un camino precioso no significa que no tenga algunas espinas (como las rosas). Habrá momentos en los que no veremos el camino, otros en los que diremos ¡otra vez, no!
Pero siempre pasa. Todo es cíclico y así es como es. Cuanto antes lo veas, lo aceptes, antes podrás fluir mejor con el proceso que supone la vida.
Espero que esta pequeña reflexión personal te haya servido.
Si es así, o si tienes algo que añadir, me hará muchísima ilusión leerte en los comentarios. De este modo, podremos aprender más entre todos, ver otros puntos de vista que no hemos visto, y acompañarnos en este proceso de crecer.
Me despido por hoy con un abrazo con mucho cariño,
Marta Q.